El mundo piruleta de Debbie-Bebbie

Así es mi mundo, igual que una piruleta. Es dulce, colorido y alegre. Os invito a que conozcais mis vivencias. Adelante, la puerta está abierta. Espero que os guste.

lunes, 1 de mayo de 2006

Mi poesía preferida, explicación de la misma incluída.

No me gusta leer, lo reconozco, me aburre, no le veo sentido, excepto si es... poesía.
Me encantan las poesías, me gustan porque están llenas de ternura, de amor, de odio... incluso algunas te cuentan pequeñas historias. Hay mucha gente que no las entiende, pero es como nadar o jugar al fútbol, cuanto más prácticas, mejor se te da. Es decir, cuantas más leas, poco a poco vas entendiendo lo que su autor quiere decir o expresar en ellas.
Mis poetas favoritos son: Gustavo Adolfo Béquer y Pablo Neruda.
Os voy a poner mi poesía preferida, pero también os voy a explicar de que va, porque aunque es muy sencilla, por si acaso alguien no la "pilla".
Es la historia de una niña que tiene los ojos verdes, sin embargo a ella no le gustan porque piensa que le hacen fea su cara, Bécquer le intenta poner muchos ejemplos en los que el color verde es importante, y que depende de la expresión de sus ojos, estos se parecen a una cosa u otra. También hace pequeñas descripciones del resto de la cara de la niña, comparándola, por ejemplo, con el carmín de los pétalos de la rosa.
Espero que también os guste, porque a mi me encanta.

RIMA XII

Porque son, niña, tus ojos
verdes como el mar, te quejas;
verdes los tienen las náyades,
verdes los tuvo Minerva,
y verdes son las pupilas
de las hurís del Profeta.

El verde es gala y ornato
del bosque en la primavera.
Entre sus siete colores
brillante el Iris lo ostenta.
Las esmeraldas son verdes,
verde el color del que espera,
y las ondas del océano,
y el laurel de los poetas.

Es tu mejilla temprana
rosa de escarcha cubierta,
en que el carmín de los pétalos
se ve a través de las perlas.

Y sin embargo,
sé que te quejas,
porque tus ojos
crees que la afean.
Pues no lo creas.
Que parecen sus pupilas
húmedas, verdes e inquietas,
tempranas hojas de almendro
que al soplo del aire tiemblan.

Es tu boca de rubíes
purpúrea granada abierta,
que en el estío convida
a apagar la sed en ella.

Y sin embargo,
sé que te quejas
porque tus ojos
crees que la afean.
Pues no lo creas.
Que parecen, si enojada
tus pupilas centellean,
las olas del mar que rompen
en las cantábricas peñas.

Es tu frente que corona
crespo el oro en ancha trenza,
nevada cumbre en que el día
su postrera luz refleja.

Y sin embargo,
sé que te quejas
porque tus ojos
crees que la afean.
Pues no lo creas.
Que entre las rubias pestañas,
junto a las sienes, semejan
broches de esmeralda y oro
que un blanco armiño sujetan.

Porque son, niña, tus ojos
verdes como el mar, te quejas;
quizás si negros o azules
se tornasen, lo sintieras.

Gustavo Adolfo Bécquer.